La soja (Glycine max) es una planta perteneciente a la familia de las Fabaceae, tiene su origen en Asia y se destaca como el principal grano producido en el país. Según Carvalho et al. (2023), debido a que es una planta adaptada al clima templado, la soja tuvo que someterse a un mejoramiento genético para iniciar su producción en países tropicales como Brasil. La soja es la oleaginosa más producida y consumida en el mundo, por lo que, para garantizar una buena productividad, es esencial comprender los requisitos y factores que interfieren durante su ciclo de desarrollo. El cultivo de soja depende de varios factores, Zanon et al. (2018) señalan que el clima, o medio ambiente, ejerce una gran influencia en la productividad de los cultivos agrícolas y el potencial productivo de los sistemas agrícolas.
Según PAS Campo (2005), la temperatura ideal para el crecimiento de la soja es entre 20ºC y 30ºC. Las temperaturas inferiores a 10ºC o superiores a 40ºC perjudican la capacidad de crecimiento, floración y retención de las vainas. El consumo de agua requerido durante el ciclo de desarrollo del cultivo oscila entre 450 y 800 mm, siendo mayor durante la floración y el llenado del grano, alrededor de 7 a 8 mm/día. Otro factor ambiental importante es la radiación solar. Como señala Neumaier et al. (2020), además de proporcionar energía lumínica para la fotosíntesis, también proporciona señales ambientales para una variedad de procesos fisiológicos de la soja. El cultivo de soja absorbe aproximadamente 2/3 de la radiación fotosintéticamente activa incidente durante el ciclo de desarrollo desde la emergencia hasta la maduración (Cafaro La Menza et al. 2017 apud. Tagliapietra et al. 2022).
Como afirma Farias et al. (2007), la adaptación de diferentes cultivares a ciertas regiones depende, además de los requerimientos hídricos y térmicos, de su requerimiento fotoperiódico. Cada cultivar presenta un fotoperiodo crítico, por encima del cual se retrasa su floración, por esta razón, la soja se clasifica como una planta de día corto. Estudios realizados por Rodríguez et al. (2001) mostraron la relación entre temperatura y fotoperiodo en el cultivo de soja, evidenciando que el tiempo requerido para la floración sufrió significativamente con el aumento de la temperatura (de 19 a 32° C), lo que indica que las altas temperaturas aceleran el ciclo de desarrollo de la soja.
En este contexto, es extremadamente importante que la elección del cultivar se lleve a cabo de acuerdo con el entorno de cultivo, Silva Neto & Moreira (2010), destacan que la elección del cultivar es esencial para que el productor logre altos rendimientos, en el proceso de selección de cultivares, se deben tener en cuenta las siguientes características: productividad y estabilidad, resistencia a enfermedades, grupo de maduración, descomposición del grano, altura y alojamiento.
Los tipos de suelo adecuados para el cultivo de soja en RS y SC, de acuerdo con la Instrucción Normativa No. 2, del 9 de noviembre de 2021 (BRASIL, 2021), son los suelos de los tipos 1, 2 y 3.
- TIPO 1: Suelos de textura arenosa, con contenido de arcilla entre 10% de arcilla y 15% o que el contenido de arcilla sea al menos un 50% inferior a la arena.
- TIPO 2: Suelos de textura media, con contenido de arcilla entre el 15% y el 35%, en los que la diferencia entre el porcentaje de arena y el porcentaje de arcilla es inferior al 50.
- TIPO 3: suelos de textura arcillosa, con contenido de arcilla mayor o igual al 35%.
Cabe señalar que las Áreas de Preservación Permanente (APP), suelos con una profundidad inferior a 50 cm, o suelos muy pedregosos, con más del 15% de guijarros y matorrales/rocas no están indicados para el cultivo. Además, los suelos sujetos a inundaciones no están cubiertos por riesgos debidos a inundaciones / exceso de agua.
Otro factor importante en el cultivo de soja es la adquisición de semillas de buena calidad, certificadas y con garantía de calidad. Antes de la siembra, se debe realizar la inoculación de semillas de soja, utilizando el tratamiento de semillas con fungicidas y la inoculación de bacterias fijadoras de nitrógeno, para garantizar la nodulación de las raíces que abastecerán la demanda de (N) por parte de la planta. El nitrógeno (N) es el nutriente requerido en mayor cantidad por el cultivo de soja (Hungría y Nogueira, 2020).
Además de las adversidades climáticas, el cultivo de soja es susceptible a la incidencia de plagas, enfermedades y malezas a lo largo de su ciclo de desarrollo, desde la emergencia hasta la cosecha, lo que puede causar importantes pérdidas de productividad. Seixas et al. (2020), destacan que las pérdidas anuales de producción por la incidencia de enfermedades en la soja se estiman en 15 a 20%, sin embargo, algunas enfermedades pueden causar pérdidas de hasta el 100% de la producción. Las plagas pueden atacar diferentes estructuras vegetales, causando pérdidas tanto cualitativas como cuantitativas en la soja, Roggia et al. (2020), destacan que las principales plagas que se producen en la soja son las orugas y las chinches.
No menos importante, la presencia de plantas invasoras durante el cultivo de soja tiene el potencial de resultar en pérdidas de rendimiento. Según Gazziero et al. (2020), las malas hierbas pueden interferir directamente en la productividad, compitiendo por los recursos ambientales, o indirectamente, al reducir el coeficiente de cosecha y aumentar el porcentaje de impurezas y humedad de los granos. Con esto en mente, el manejo fitosanitario surge como una medida de extrema importancia para garantizar la salud del cultivo, la adopción de prácticas de manejo, como el manejo integrado de plagas y enfermedades, así como la práctica de la rotación de cultivos, juega un papel fundamental en la reducción de la incidencia de enfermedades, plagas y malezas.
La cosecha, según Lorini et al. (2020), es un paso muy importante en el proceso de producción de soja, es fundamental iniciar la cosecha tan pronto como la soja alcance el punto de cosecha (R8), para evitar pérdidas en cantidad y calidad, además, es fundamental que los granos presenten humedad entre 13 y 15% para evitar daños mecánicos y pérdidas en la cosecha. Las semillas cosechadas con un contenido de humedad superior al 15% están sujetas a una mayor incidencia de daño mecánico latente (no aparente) y, cuando se cosechan con un contenido inferior al 13%, son susceptibles a daños mecánicos inmediatos, o sea, a la rotura (Portugal & Silveira, 2021).
El cultivo de soja puede no ser una tarea fácil, varios factores pueden interferir y deben tenerse en cuenta durante el ciclo de desarrollo del cultivo, el monitoreo y monitoreo del cultivo es esencial para garantizar que la planta crezca y se desarrolle de manera saludable. Sin embargo, siguiendo las prácticas de manejo recomendadas, proporcionando una buena aportación nutricional, de acuerdo con los requerimientos del cultivo, y manteniendo un buen manejo fitosanitario, es posible obtener buenos rendimientos de soja.