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La semilla de soja juega un papel fundamental en el inicio del establecimiento de un cultivo; sin embargo, también la semilla de soja actúa como vector para la propagación y supervivencia de varios patógenos agrícolas. Cuando son transportados a través de semillas, estos microorganismos se introducen en nuevas áreas de cultivo, donde pueden persistir por mucho tiempo y multiplicarse entre las plantas, estableciéndose como fuentes primarias de enfermedades (Goulart, 1998). En este sentido, una de las medidas preventivas imprescindibles en el control de diversas plagas y enfermedades que pueden causar grandes daños a los cultivos es el tratamiento de las semillas.

Además de la importancia de controlar los patógenos transmitidos por las semillas de soja, Henning et al. (2010), destacan que el tratamiento de semilla de soja es una práctica altamente efectiva para asegurar poblaciones de plantas adecuadas, especialmente cuando las condiciones del suelo y el clima durante la siembra no favorecen la germinación y la rápida emergencia de la soja. En tales situaciones, las semillas pueden estar expuestas durante más tiempo a hongos que habitan naturalmente en el suelo, como Rhizoctonia solani, Phytophthora sojae, Pythium spp., Sclerotium rolfsii, Fusarium spp. e Aspergillus spp, entre otros. Estos hongos tienen el potencial de causar el deterioro de las semillas en el suelo o la muerte de las plántulas, lo que resalta aún más la importancia del tratamiento adecuado de las semillas como medida preventiva esencial.

Los síntomas asociados con los hongos del suelo son similares, lo que dificulta identificar el agente causal. En general, estas enfermedades se manifiestan en grupos de plantas debido a la distribución desigual de patógenos en el suelo, siendo más frecuente en condiciones de alta humedad y temperatura. A fin de mitigar la aparición de estas enfermedades, una estrategia efectiva es tratar semillas con fungicidas, proporcionando protección contra los hongos presentes en el suelo durante la fase crítica de emergencia de las plantas (Godoy, 2017).

Según Henning et al. (2020), los fungicidas de contacto tienen la función de proteger la semilla contra hongos presentes en el suelo, mientras que los fungicidas sistémicos controlan los fitopatógenos que ya están presentes en las semillas, sin embargo, es fundamental que estos fungicidas estén en contacto directo con las semillas.

El tratamiento de semillas con productos como fungicidas, insecticidas, nematicidas, micronutrientes e inoculantes se puede realizar en mezcla en tanque, siempre y cuando estos productos sean compatibles entre sí para la mezcla. Sin embargo, es importante resaltar que el inoculante no debe incluirse en esta mezcla, sino que se debe aplicar sobre las semillas al final del tratamiento o directamente en el surco de siembra. Esto garantiza la efectividad del inoculante y evita posibles incompatibilidades con otros productos utilizados para tratar las semillas (Henning et al., 2020).

El tratamiento de semillas puede realizarse de dos formas, en el predio conocido como “On Farm”, o realizado por empresas especializadas en la industria de tratamiento de semillas (TSI). La semilla puede ser tratada inmediatamente antes de la siembra, por el propio agricultor, sin embargo, actualmente, existe un número cada vez mayor de cooperativas y empresas productoras de semillas que ofrecen a los agricultores semillas ya tratadas, listas para ser utilizadas (Henning et al., 2010).

Como lo destacan Henning et al. (2020), el tratamiento de semillas realizado en la Unidad Procesadora de Semillas (UBS) ofrece varias ventajas respecto al tratamiento convencional. Estas ventajas incluyen mayor precisión en el volumen de almíbar y cantidad de semillas utilizadas, mejor cobertura de la semilla con los productos, además, el tratamiento en la UBS reduce el riesgo de intoxicación de los operadores y permite un mayor rendimiento por hora, lo que lo convierte en una opción. Más eficiente y seguro para el tratamiento de semillas.